viernes, 1 de abril de 2011

URUK Y EL POEMA DE GILGAMESH

 
Uruk la dorada

El Poema de Gilgamesh nos introduce en la ciudad de Uruk. En sus primeros versos deja ver la naturaleza divina de su fundador y la magnificencia de los componentes esenciales de la ciudad: el santuario y la muralla.
A través de las imágenes literarias vislumbramos  a Gilgamesh, el gobernante divinizado. Por su talante  fuerte, tiránico y guerrero, los señores de Uruk piden a los dioses la creación de un héroe rival. 
La diosa Aruru modela la arcilla y da vida a Enkidu, un pastor que merodea con su rebaño, a través de los campos cercanos a la ciudad.  De pronto, un cazador lo encuentra y, alarmado decide informar a Gilgamesh de lo ocurrido.
El rey le ordena llevar al campo a una prostituta del templo con el fin de seducir a Enkidu, pues una vez que éste hubiere satisfecho su pasión, perdería el poder sobre su rebaño. La orden se cumple. Shamhat le regala su fogocidad y al cabo de varios dias, Enkidu trata, en vano, de recoger su rebaño.
En medio de su angustia, la mujer lo reconforta, dejándole ver otras virtudes que posee e ignora: belleza e inteligencia, condiciones que le abren las puertas de la ciudad.
Shamhat lo invita a Uruk. Al entrar a la ciudad, percibe la amplitud de sus plazas, el carácter festivo, la abundancia para unos y el sufrimiento de otros hombres obligados a trabajar duramente para garantizar la existencia de la ciudad.
Después de comer, beber, asearse y vestirse como un príncipe, Enkidu va al encuentro con Gilgamesh. En la gran plaza, se traban en una lucha y miden sus fuerzas. Gilgamesh no puede derrotar a su rival y con mutua admiración, sellan su amistad.
Con el tiempo, el rey invita a Enkidu a dar muerte a Huwawa, el guardián del Bosque de los Cedros, donde viven los dioses. Este ser de aspecto monstruoso encarna el rio de la muerte, provoca terror por su aspecto de león con dientes de dragón y su rugido como el agua de una inundación. Con la ayuda del dios-sol, Gilgamesh y Enkidu vencen a Huwawa y luego, se dirigen hacia la estancia de Ishtar, quien se enamora de Gilgamesh.
La diosa le pide casarse con ella y, en recompensa, le ofrece muchos regalos especialmente, el  poder sobre los hombres. 
Gilgamesh rechaza los sentimientos y los ofrecimientos de la diosa, recordándole su condición de amante voluble, inconsecuente y caprichosa.
Esta actitud enfurece a Ishtar. Sube al cielo, se queja ante su padre el dios Anu y le pide crear unl Toro Celeste para enfrentarlo a Gilgamesh. Anu acepta. El toro baja a Uruk y con algunos resoplidos causa la muerte de muchas personas. Tras una feroz lucha, Gilgamesh y Enkidu le dan muerte.
Ishtar se enfurece y maldice. Pide a los dioses la venganza y la muerte. Los dioses absuelven a Gilgamesh y condenan a Enkidu. La maldición de Isthar se cumple: Enkidu enferma y muere.
Gilgamesh, entristecido y atormentado por el miedo a la muerte, decide buscar la inmortalidad. Emprende un largo y dificultoso viaje hacia la morada de Ut-Napishtim, único humano inmortal, quien le confiesa, que su inmortalidad es una gracia concedida por los dioses después del diluvio, al haber contribuido a la preservación de la vida, y le narra los pormenores del diluvio como una de los grandes cataclismos de la ciudad de Shuruppak.
Cuando Ut-Napishtim le pregunta sobre lo que ofrecerá a los dioses para pedir la inmortalidad, Gilgamesh entristece y Ut-Napishtim le revela otro secreto de inmortalidad: hay una planta en el fondo del mar que es la fuente de la eterna juventud. 
Gilgamesh desciende y busca la planta.
En el camino de regreso a Uruk en compañía de Urshanabi el barquero, Gilgamesh decide bañarse en una fuente de agua fresca. Una serpiente percibe el olor de la planta y se la lleva. Al darse cuenta Gilgamesh se lamenta.
Cuando llegan a Uruk y en medio de su desventura, Gilgamesh se reconforta admirando la magnífica muralla de la ciudad que lo haría inmortal.
Finalmente, Gilgamesh, angustiado por conocer la condicion de los seres después de la muerte, ruega a los dioses para que Enkidu regrese del mundo subterráneo.  Ea, el padre, ordena a Nergal abrir el “agujero que da al mundo de las sombras”. El espíritu de Enkidu asciende y en la conversación con Gilgamesh queda gravada la condición efímera de la vida.

Los fragmentos expuestos en este texto han sido tomados de la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges. En el prólogo se expresa: “Se prefiguran en la Epopeya el descenso a la Casa de Hades en La Odisea, el descenso de Eneas y la Sibila y la casi de ayer Comedia dantesca.  La muerte del gigante Khumbaba (Huwawa), que guarda la foresta de cedros y cuyo cuerpo está revestido de ásperas escamas de bronce, es una de las muchas maravillas de este multiforme poema. La triste condición de los muertos y la búsqueda de la inmortalidad personal son temas esenciales. Diríase que todo ya está en este libro babilónico. Sus páginas inspiran el horror de lo que es muy antiguo y nos obliga a sentir el incalculable peso del Tiempo.”








El Poema nos deja ver la naturaleza divina de su fundador y la magnificencia de los componentes esenciales de la ciudad: el santuario y la muralla:

Quien ha visto el fondo de las cosas y de la tierra,
y todo lo ha vivido para enseñarlo a otros,
propagará su experiencia para el bien de cada uno.
Ha poseído la sabiduría y las ciencias universales,
ha descubierto el secreto de lo que estaba oculto.
Quien tenía noticia de lo anterior al Diluvio,
emprendió largos viajes, con esfuerzo y fatiga,
y sus afanes han sido grabados en una estela.
Ha hecho levantar la amurallada Uruk,
el sagrado Eanna, el puro santuario.
Ha visto la muralla, trazada a cordel,
y el muro interior, que no tiene rival;
ha contemplado el dintel, que data de siempre,
se ha acercado al Eanna, templo de Ishtar,
que ni hombre ni rey podrán nunca igualar.
Ha paseado por las murallas de la ciudad de Uruk
y mirado la base, su sólida fábrica,
toda ella construida con ladrillos cocidos
y formada por siete capas de asfalto...
 
Vislumbramos  la  imagen  inteligente, fuerte, tiránica y guerrera de Gilgamesh el gobernante divinizado:
Gilgamesh

 Dos terceras partes de su cuerpo son de dios, la otra
es de hombre. Su forma es perfecta...

En verdad, el choque de sus armas no tiene par.
A son de tambor son despertados sus compañeros.
Los nobles están sombríos en sus estancias:
"Gilgamesh separa a los hijos de sus padres,
día y noche suelta el freno de su arrogancia.
Ese es Gilgamesh, el pastor de Uruk,
el pastor de todos, imponente y sabio.



Por petición de los señores de Uruk, los dioses crean un contrincante: Enkidu:

No deja a la doncella al lado de su madre,
ni a la hija del guerrero, ni a la esposa del noble.
Los señores de Uruk se quejaron a los dioses,
y estos a Anu, que era dueño de la ciudad
Cuando Anu hubo oído estas quejas, llamaron
a la gran Aruru:
"Tú, oh Aruru, que creaste a Gilgamesh,
crea ahora su réplica,
y que tenga un contrincante su furioso corazón.
!Deja que luchen y haya paz en Uruk!"
...
La diosa Aruru se mojó las manos,
y tomó arcilla y empezó a modelarla
y a dar forma a Enkidu, el valiente héroe,
el campeón de Ninurta.
Su cuerpo está todo cubierto de vello,
lleva el pelo tan largo como el de una mujer,
sus cabelleras son ásperas como campos de cebada;
y va ataviado como el dios Sumuqan.

Un cazador lo encuentra en el campo con su rebaño. Siente miedo ante su presencia y decide avisar a Gilgamesh quien le ordena llevar una prostituta del templo hasta el abrevadero para seducirlo:

La ramera descubrió sus senos, su cuerpo,
y el acercóse y poseyó su belleza.
quitóse su vestido, y sobre ella el descansó.
Conoció a la mujer, se allegó a la ramera,
hasta que, cansado de yacer con ella,
decidió salir en busca de sus 
bestias; 
pero al verlo las gacelas emprendieron la huida,
los rebaños del llano se apartaban de su cuerpo.
Enkidu no podía corre como antes,
más su espíritu ahora era sabio, comprendía.
Volvió a sentarse a los pies de la ramera,
y levanto los ojos para mirar la mujer, 
La ramera hablo así al hombre, a Enkidu:
“¡Eres sabio, oh Enkidu, eres bello como un dios!
Por qué andorrear por el llano con las bestias?
¡Ven conmigo! Te llevare a la amurallada Uruk,
al gran templo, morada de Anu y de Ishtar,
donde vive Gilgamesh, el esforzado héroe,
que es como un fiero toro en medio de su gente."

Enkidu entra a Uruk y percibe su carácter festivo y su abundancia:

“Ven, pues, oh Enkidu, a la amurallada Uruk,
donde la gente bulle en atavíos de fiesta
y todos los días son días festivos,

Las mujeres de Anfisa
donde... muchachos...
y rameras...
Su desnudez... llena de perfume.
¡Gobiernan a los grandes desde sus lechos!
¡A ti, oh Enkidu, que gozas de la vida,
te hare ver a Gilgamesh, que es todo alegría!
Lo veras, te digo, contemplarás su rostro;
El deseo amoroso llena su cuerpo;


...
¡Oh Enkidu, diferente será tu vida!
¡Ven conmigo! Te conduciré
hasta Uruk de vastas plazas,
al sagrado templo, morada del dios Anu.
¡Vamos! levántate del suelo,
que es el lecho de los pastores."
"Come de este pan, oh Enkidu,
que da vida,
bebe cerveza, como es costumbre aquí."
Enkidu entonces comió pan
hasta quedar saciado;
bebió luego cerveza,
bebió siete veces,
y su espíritu desatóse, y habló en voz alta,
lleno el cuerpo de bienestar
y el rostro resplandeciente.
Le cortaron la maraña
de vello de su cuerpo,
se frotó con aceite,
como hacen los hombres.
Pusose vestidos,
¡parecía un novio!

Enkidu  ve el sufrimiento de otros hombres obligados a trabajar duramente para garantizar la existencia de la ciudad:

Enkidu levantó los ojos
y vió al hombre.
Dijo a la ramera:
“¡Moza, llama a ese hombre!
¿A qué viene aquí?"
La ramera llamó al hombre,
El cual acercóse a Enkidu, que lo vió y dijo:
"Hombre, ¿a qué has venido?
¿Cuál es el objeto de tu penoso viaje?"
El hombre abrió la boca y contestó:
"En la Morada de la Reunión son detenidos,
en verdad, los destinos de los hombres.
El hombre
se ve abrumado de trabajo en la ciudad.
¡Los campos son lugares de gemidos!
¡Por orden de Gilgamesh, rey de la amurallada Uruk,
se arrastra el pueblo
a los cultivos!
La mujer impuesta por la suerte,
es pronto fecundada por el hombre,
y luego, ¡la muerte!
Por orden del dios ha sido decretado
que, desde el seno de su madre
tal sea su destino.”

Luego, Enkidu va al encuentro de Gilgamesh:

Cuando entra en Uruk de anchas plazas,
el pueblo sale a su encuentro.
Se detiene en las calles
de Uruk de anchas plazas,
donde la gente se reúne
y dice de el:
“¡Cómo se parece a Gilgamesh!
aunque es más bajo,
tiene los huesos más recios…
Ahora es uno de los más fuertes del país…
En Uruk habrá un constante entrechocar de armas.”

En la gran plaza, se traban en una lucha y miden sus fuerzas. Gilgamesh comprende que no puede derrotar a su rival y con mutua admiración, sellan su amistad. 

Enkidu y Gilgamesh

El rey invita a Enkidu a dar muerte a Huwawa, el guardián del Bosque de los Cedros:

Los ancianos de la amurallada Uruk
hablaron así a Gilgamesh:
Huwawa
“Eres joven, Gilgamesh, y tu corazón te arrastra.
No comprendes el alcance de tu sonada empresa.
Nos has dicho que el rostro de Huwawa
tiene un aspecto asombroso.
¿Quién ha osado nunca afrontar sus armas?
¿Quién ha osado nunca adentrarse dos horas
en la profundidad del bosque?
Porque el grito de Huwawa es la tempestad,
Su boca vomita fuego
Y su aliento es mortal.
Sobre la muralla que rodea a Uruk,
Gilgamesh arrodillóse y dirigió estas palabras
al dios Shamash:
“¡Deseo partir, oh Shamash, y elevo mis manos hacia ti!
¡Ojala pueda volver con vida!
¡Haz que regrese a la amurallada Uruk!
¡Concédeme tu protección!”

Con la ayuda del dios-sol Gilgamesh y Enkidu vencen a Huwawa y se dirigen hacia la estancia de la diosa Ishtar, quien se enamora de Gilgamesh:

La gran diosa Ishtar puso sus ojos en la gran belleza de Gilgamesh:
Ishtar
“¡Eh, Gilgamesh, se mi amante,
Hazme el don de tu amor!
Serás mi esposo y yo seré tu esposa;
hare construir para ti un carro adornado de lapislázuli y de oro
Entraras en nuestra casa bajo la fragancia de los cedros.
Cuando entres en nuestra casa,
los que están sentados en los tronos besaran tus pies,
se inclinaran ante ti los reyes, los príncipes y los señores;






Gilgamesh rechaza los sentimientos y los ofrecimientos de la diosa:

¿Qué ganaría yo casándome contigo?
No eres más que una ruina que no da abrigo,
una puerta que no resiste a la tormenta,
un palacio que los héroes han saqueado,
una trampa mal disimulada,
alquitrán que ensucia a quien lo toca,
un odre lleno de agua que moja a su acarreador,
un trozo de cal que se desprende de la muralla,
un amuleto incapaz de proteger en país enemigo,
una sandalia que hace tropezar a quien la calza.
¿A qué amante has sido fiel?
¿Cuál de tus pastores te ha gustado siempre?
¡Acércate! Te  leere la interminable lista de tus amantes

Isthar se enfurece. Sube al cielo, se queja ante su padre el dios Anu y le pide la creacion de un toro celeste para enfrentar a Gilgamesh:

“¡Oh, padre mío, crea un Toro Celeste
para que Gilgamesh sepa lo que es el miedo!
Si no creas para mí el Toro Celeste,
haré pedazos las puertas del mundo subterráneo
y el número de los muertos sobrepasará al de los vivos.”
El dios Anu tomó la palabra y dijo
así a la divina princesa Isthar:
“Si accedo a lo que me pides,
habrá siete años de vainas vacías.
¿Has apilado grano para el pueblo,
has amontonado forraje para las bestias?”
La diosa Isthar tomó la palabra y contes
así al dios Anu, su padre:
“He almacenado grano para el pueblo
y habrá provisión de forraje para las bestias,
en el caso de que la tierra
sea estéril durante siete años”

Gilgamesh y Enkidu dan muerte al Toro Celeste:

Muerto el Toro Celeste, le arrancaron el corazón
y lo ofrendaron al dios Shamash.
Gilgamesh venece al Toro Celeste
Luego se sentaron, como dos hermanos.

Entonces la diosa Isthar subió a la muralla de Uruk,
subió hasta las almenas y lanzó su maldición:

“¡Malhaya Gilgamesh, porque me ha insultado
dando muerte al Toro Celeste!”
Luego los dos amigos purificaron sus manos en el Éufrates
y se pusieron otra vez en camino,
atravesando la gran calle de Uruk.
A su paso todo el mundo los miraba.
Gilgamesh dijo entonces a los servidores de su palacio:
“¿Quién señorea entre los héroes?
¿Quién es el más glorioso entre los hombres?
“¡Gilgamesh señorea entre los hombres!
¡Gilgamesh es el más glorioso de los hombres!”
Gilgamesh dió una fiesta en su palacio.

Ishtar pide castigo por el atrevimiento de los dos heroes. Los dioses absuelven a Gilgamesh. Enkidu enferma y muere:

“¡Oh Enkidu, mi amigo, mi querido amigo,
…y ahora, ¿Qué sueño te ha invadido?
Tienes el rostro inmóvil y no me oyes…”





A Gilgamesh le invade el miedo a la muerte y decide buscar a Ut-Napishtim  para que le revele el secreto de la inmortalidad:

“¿No moriré yo también como Enkidu?
El miedo se me ha metido en mis entrañas,
La muerte me atemoriza y vago por la llanura;
me pondré en camino en seguida, en busca del consuelo
que me dará Ut-Napishtim, hijo de Ubartutu…”

Gilgamesh emprende un largo y dificultoso viaje hasta que encuentra a Urshanabi el barquero de Ut-Napishtim, quien conduce hasta su morada:

Ut-Napishtim, contesto así a Gilgamesh:
“¿Acaso construimos casa para siempre
y para siempre sellamos lo que nos pertenece?
¿Acaso los hermanos comparten para siempre?
¿Acaso para siempre divide el odio?
¿Acaso la crecida del rio es para siempre?
Acaso el pájaro kulili y el pájaro kirippu
suben para siempre al cielo mirando al sol?
Los que duermen y los que están muertos se asemejan,
el noble y el vasallo no son diferentes
cuando  han cumplido su destino.
Desde siempre los anunnaki, los grandes dioses, se han reunido,
y la diosa Mammitu, creadora del destino, con ellos fija los destinos.
Los dioses deciden sobre nuestra muerte y nuestra vida,
pero no revelan el día de nuestra muerte.”

Ut-Napishtim revela que su inmortalidad fue una gracia, concedida por los dioses después del diluvio, al haber contribuido a la preservación de la vida, y narra los pormenores de una de los grandes cataclismos de la Antiguedad:

 “Voy a revelarte, Gilgamesh, algo que se ha mantenido oculto,
un secreto de los dioses voy a contarte:
El diluvio mesopotamico
Shuruppak, una ciudad que tú conoces
y que se extiende a orillas del Éufrates,
era una ciudad antigua, como sus dioses,
cuando estos decidieron desatar el diluvio.
¡Hombre de Shuruppak, hijo de Ubuartutu,
derriba esta casa y construye una nave
Reúne en la nave la semilla de toda cosa viviente.
 Cuando apuntó el alba,
una negra nube cubría el horizonte.
Dentro de ella Adad tronaba,
mientras Shallat y Hanish iban adelante,
corriendo como heraldos por lomas y llanos.


El Diluvio. Capilla Sixtina. Miguel Angel.


Erragal arrancaba las estacas de los diques
y Ninurta precipitaba las aguas.
e incendiaban la tierra con sus llamas.
A causa de Adad, la consternación llegaba al cielo,
La vasta tierra era sacudida como una olla. 
...
Nadie podía ver a su compañero,
Los dioses estaban asustados por el diluvio
y, temblando, regresaron al cielo de Anu.
Los dioses, como perros acobardados,
...
Ishtar gritaba como una mujer en trance de parto;
la amante de los dioses, de dulce voz, ahora gritaba:
 “¡Ay! Los antiguos días se han convertido en barro,
Porque hable malignamente en la asamblea de los dioses.
¡Cómo pude hablar malignamente en la asamblea de los dioses,
aconsejando la lucha para la destrucción de mi gente,
Cuando yo misma parí a mi pueblo,
que es semejante a los pececillos del mar!”

Los anunnaki lloraban por ella,
los dioses, llenos de humildad, sollozaban sentados,
apretando los labios...
Durante seis días y seis noches
sopló el viento del diluvio,
la tormenta del sur barrió la tierra…"













Cuando  cesó la tormenta la nave se detuvo en el monte Nisir, entonces el dios Enlil subió a la nave, tomó las manos de Ut-Napishtim y las de su esposa, y les concedió el don de la inmortalidad: 

“Hasta ahora, Ut-Mapishtim, sólo has sido humano;
pero desde este momento, tú y tu esposa, seréis como dioses.
¡Irás a vivir lejos, en la desembocadura de los ríos!”
Tras lo cual, me llevó a vivir lejos, en la desembocadura de los ríos.
En cuanto a ti, ¿Quién reunirá a los dioses para que obtengas la vida que buscas?

Gilgamesh no tiene respuesta y entristece. Ante los ruegos de su esposa, Ut-Napishtim le revela otro secreto de inmortalidad:

“En el fondo del agua hay una planta semejante al licio espinoso,
y que pincha, como el rosal, y te hiere las manos;
si tus dedos la toman, ¡poseerás la inmortalidad!”
Gilgamesh, tras oír estas palabras,
ató gruesas piedras a sus pies,
se hundió hasta el fondo de las aguas
y arrancó la planta, aunque ésta hirió su mano;
luego corto los lazos que amarraban las piedras a sus pies
y regreso a la orilla.
Y Gilgamesh hablo así al barquero:
“Urshanabi, ésa es una planta famosa;
gracias a ella el hombre renueva su aliento de vida.
La llevaré a Uruk, haré que coman de ella
la compartiré con los demás.
Su nombre será “el viejo se vuelve joven".
¡Comeré de la planta y volveré a los tiempos de mi juventud!”

En el camino de regreso a Uruk, Gilgamesh descubre una fuente de agua fresca y se baña. Una serpiente percibe el olor de la planta y se la lleva. Al darse cuenta Gilgamesh se lamenta:

Tomando la mano del barquero, dijo:
“¿Para qué, Urshanabi,  haberme herido los dedos?
¿Para qué derramar la sangre de mi cuerpo?
¡Ningún beneficio he obtenido
he trabajado para un reptil!”

Llegan a Uruk y en medio de su desventura Gilgamesh se reconforta admirando la magnífica muralla de la ciudad que lo haría inmortal:

 “¡Sube, Urshanabi, a la muralla de Uruk,
y, paseando, examina su fábrica.
¿No está construida de ladrillos cocidos
y tiene siete capas de asfalto?
Un sar de tierra ha sido tomado de la ciudad
otro sar proviene de los jardines,
otro son escombros del templo de Ishtar,
total: tres sars que he amontonado
para terminar la muralla.”




Finalmente, Gilgamesh angustiado porque no encuentra respuestas ante la incertidumbre de la muerte, ruega a los dioses para que Enkidu regrese de mundo subterráneo.  Ea, el padre, ordena a Nergal abrir el “agujero que da al mundo de las sombras”. El espíritu de Enkidu asciende y en la conversación con Gilgamesh queda gravada la condición efímera de la vida:

-Dime amigo mío, dime, amigo mío,
dime la ley del mudo subterráneo que conoces.
-No, no te la diré, amigo mío, no te la diré;
si te dijera la ley del mundo subterráneo que conozco,
te vería sentarte para llorar.
-Está bien. Quiero sentarme a llorar.
-Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón,
como un viejo vestido, está ahora roído por los gusanos.
...
Huellas de Uruk

Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón,
está hoy cubierto de polvo,
todo eso está sumido en el polvo.
...











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